14 de enero de 2010

efectos colaterales.

Semejante notición que la novela de mis padres me dió me dejó ayer en un ayuno largo. Debo decir que sentía hambre, y se veía bien lo que mi marido cocino, y los chicos lo disfrutaron con alegría pero a la hora de agarrar el tenedor se me esfumaban las ganas. Se siente feo eso de tener ganas de comer y al segundo no tener nada.

Ahora los chicos ya se fueron a la escuela, el marido se fue a la oficina y puedo sentarme a desyunar. Tengo enfrente la papaya que el más chico no quiso probar, un café con leche y una porción del pan que hizo mi marido. Debería dejar el pan de lado, no?

En fin, en vista de que mucho no puedo hacer desde acá, y que la hermana de mi padre no se a puesto en contacto, me iré hacer ejercicio para poder sacar algo de frustracción. Parece que el día no esta tan frío  y Tlalpan me espera.

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